viernes, 31 de mayo de 2013

En Crespo también aumentan el pasaje

Presidentes de las líneas agradecen al Concejo Municipal
por la aprobación
En sesión extraordinaria este viernes 31 de mayo el Concejo Municipal de Crespo aprobó de manera unánime el aumento del pasaje urbano en Duaca, dicha solicitud la habían presentado los miembros de las tres líneas de carrito del municipio Crespo y avalada por siete Consejos Comunales de las parroquias Freitez y José María Blanco.

José Gil (el paisa) Concejal presidente de la Comisión de Transporte aclaró que cada primer trimestre del año se hace un incremento al pasaje urbano y que en este año el Concejo Municipal estaba en deuda con la aprobación correspondiente para el 2013.


"La tarifa se aprobó como se hizo en las mesas de diálogo con las partes acordadas y presentadas las propuestas a los consejos comunales para conocer sus opiniones" Así lo dio a conocer Brisologo Rodríguez presidente de la línea Unidos del Norte quien informó que las tarifa quedará de la siguiente manera:

Ruta corta, pasaje mínimo 5Bs. Duaca - El Eneal.
La Constancia - Carrizal 5,50Bs.
Duaca - Perarapa 6Bs.
Sábados, domingos y feriados un ncremento de 0,50Bs sobre el pasaje estipulado.

Los presidentes de las líneas esperan por la publicación de la gaceta para darla a conocer a los usuarios y comenzar a cobrar nuevo pasaje a partir del 1ro de junio.

En sesión extraordinaria se aprobó el aumento del pasaje

Concejales aprobaron por unanimidad la propuesta

jueves, 2 de mayo de 2013

Las Virtudes del Político

Por Juan Miguel Matheus

jmatheus@forma.org.ve
Twitter: @JuanMMatheus
Los tiempos que corren hacen conveniente recordar que el político es, ante todo, un luchador moral, una persona que intenta ejercer la virtud en su propia vida para luego hacerla rebosar sobre la vida de la comunidad.

En su Opúsculo sobre el gobierno de los príncipes, Tomás de Aquino esculpió una de las mayores verdades políticas de todos los tiempos. Dice: “(…) se requiere mayor virtud para gobernar a la familia o sociedad doméstica que para gobernarse a sí mismo, requiriéndose mucha mayor virtud para gobernar una ciudad o un reino; por consiguiente, se requiere una virtud excelsa para ejercer debidamente los oficios o deberes que impone el gobierno”. Esta verdad, que es de perenne actualidad porque pertenece a la esencia de la política, debe ser reconsiderada por los venezolanos. Los tiempos que corren hacen conveniente recordar que el político es, ante todo, un luchador moral, una persona que intenta ejercer la virtud en su propia vida para luego hacerla rebosar sobre la vida de la comunidad.

La virtud más propia del político es la prudencia, también llamada sabiduría del corazón. Su objeto es el conocimiento racional de aquello que es bueno para los hombres y para la ciudad (Aristóteles). Ello supone un juicio práctico sobre lo que se debe apetecer (bienes) y sobre lo que se debe rehuir (males). Al mismo tiempo, exige una deliberación sobre los medios óptimos para implementar tal juicio. Pero acaso uno de los aspectos más relevantes de la prudencia es la humildad: el reconocimiento de la poquedad personal del político, que ha de moverlo solícitamente a (i) la petición de consejo, (ii) la recta formación de su consciencia moral y (iii) la reverencia de la ley natural.

Otra virtud del político es la amistad. Entre gobernante y gobernado debe existir un vínculo de amistad, en el sentido de que el primero ha de desear siempre el bien del segundo. De hecho, la razón de ser de los gobernantes radica en la concreción de la amistad cívica por medio de la cual estos consagran sus esfuerzos a la búsqueda del bien común y del desarrollo integral –tanto moral como material– de los gobernados. Sin embargo, en este punto hay que hacer una precisión: la amistad cívica tiene que estar precedida de la justicia, vocación común de gobernantes y gobernados. En donde se somete a los ciudadanos a la barbarie de la injusticia no es posible la amistad verdadera entre gobernantes y gobernados. Por eso, no habiendo justicia, no habiendo República, impera una suerte de enemistad entre el tirano y los tiranizados.

Finalmente, la magnanimidad grandeza de alma, que se opone a la pusilanimidad o encogimiento de ánimo. El objeto de esta virtud es la aspiración de los bienes más nobles. En el caso del político, la aspiración de lo excelente para la ciudad y para sus ciudadanos. Eso sólo es posible a través del cultivo concienzudo de un cierto sentido de realismo y de la virtud de la esperanza. Sentido de realismo, porque no se trata de hacer fructificar en los ciudadanos aquello que su tipo humano no puede producir. Todo lo contrario, la cuestión es maximizar sus capacidades de bien sin impostar lo foráneo, lo ajeno. Y virtud de la esperanza, porque aspirar a los bienes más nobles para los gobernados requiere –a pesar de las experiencias negativas que puedan tenerse– confiar en las capacidades de estos, apostar a los talentos constructivos de la gente que se gobierna.